El sueño europeo del campeón israelí, el equipo con el presupuesto más caro de la historia del fútbol local, quedó hecho añicos en una demostración muy pobre frente al campeón polaco que jugando un fútbol practico y contundente, dejó en claro una vez más cuan lejos están los equipos del ámbito local del nivel de juego de la Champions, la competición de elite del mundo.
Si la semana pasada en el partido de ida, todas las críticas fueron para el portero serbio Kale por el gol recibido que reducía las posibilidades de Beitar en el computo de los dos partidos, lo expuesto en el partido revancha por todo el equipo exime de todo comentario.
Sólo basta con decir que el primer remate al arco de Wisla llegó recién al final del primer tiempo cuando ya el tanteador estaba 3-0 a favor de los locales. Un error del congoleño Buateng a los 9 minutos de juego le permitió al argentino Mauro Cantoro con un preciso disparo de tiro libre abrir la cuenta. Ese gol cayó como un balde de agua fría en filas de Beitar que no supo salir del shock durante el resto del partido.
Nada funcionó en filas aurinegras, no en defensa donde los zagueros hicieron agua por todos lados, no en el mediocampo donde se sintió en el primer tiempo la ausencia de Darío Fernández, que lesionado recién ingresó en el 2do. tiempo con el partido liquidado; y no en ataque donde Sebastián Abreu y Aviram Barujian y más tarde Tamuz e Ytzjaki estuvieron lejos de inquietar a la defensa local.
Los goles fueron llegando uno detrás del otro ante la pasividad de los zagueros beitaristas y si bien fueron 5, el Wisla malogro varias oportunidades más. Beitar, que soñaba con enfrentar a Barcelona por un lugar en la Champions, tendrá que enfrentar el sábado a Macabi Haifa por la Copa Toto y volver a la gris realidad del fútbol local. Los 150 millones de shekel (unos 40 millones de dólares) de presupuesto que invirtió el multimillonario Arkadi Gaidamak en el equipo tendrán pocos réditos en el ámbito internacional. Y fuera de todo: la vergüenza de esta goleada histórica tardará en borrarse.
Desde el Desierto del Neguev para Deportes.co.il
Rubén Friedmann
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